Cartas de Juan Eduardo Lenscak a su hijo Juan Manuel. Juan Eduardo detenido en la epoca del proceso, puesto a disposicion del P.E.N desde 1975 a 1982. Desde su calabozo, educó a su hijo con cada una de las cartas que le escribía y así fue inculcandole los valores suficientes y logró transferir su amor por la humanidad, la bondad, la superación, el amor, la lealtad, la justicia y la verdad...
domingo, 11 de diciembre de 2011
Pipo y la Navidad
sábado, 22 de octubre de 2011
Pipo y el bolso de útiles
Unidad Penitenciaria Nº 1
CASEROS – 14-04-1980
Querido Juan Manuel: Gracias por venir a visitarme con mamá. Estoy muy contento; y más contento todavía al saber que tenes botas, paraguas y capote para ir al jardín cuando llueve, y caminar chapaleando por el barro. ¡Qué divertido es caminar por el barro, ¿no?!, parece que estuvieras pisando puré. ¡Que lastima q no me dejen ver tus trabajos de recortes pegados con plasticola. ¡Como me gustaría verlos!
Me comentó mama que parece un baile de mariposas borrachas ¿es cierto? ¡Que lindo! Decile a mamá y a las maestras Raquel y Patricia que te ayuden a guardarlos, así cuando me suelten de aquí, pueda ver todas las cositas lindas que fabriques. No te olvides. Ah! ¿Sabes que le paso a pipo con su bolso de útiles donde levaba fibras, plasticola, recortes y papel glasé? ¡Fue muy interesante!
Era un día de barro, de esos en que las calles se empapan de charcos brillantes y los bichos se calzan botas de goma para ir al jardín. La hija de la lechuza bruja no tenia problemas porque llegaba volando con su bolso oscuro repleto de lápices negros. La maestra, una paloma gorda de largo delantal blanco los invito a jugar y a pintar una casa.
¡Que llueva, que llueva, la vieja esta en la cueva! – Cantaban en ronda los bichos del jardín. Pipo ladraba contento como un barrilete colorinche, abrazado a Lola, Toto, una gallinita bataraza y un gato barrigón llamado Michi.
¡Que llueva, que llueva, la vieja esta en la cueva! – la ronda era un bailecito de alegría para todos. Bueno, para todos no, porque la hija de la lechuza bruja no cantaba ni jugaba; arrinconada en ana esquina dibujaba y dibujaba con sus lapizotes negros.
¡Que llueva, que llueva, la vieja esta en la cueva! – cantaba esa ronda juguetona y bicharachera.
Cuando los bichos fueron a buscar sus lápices de colores, sus fibras y los pomos de plasticola para pintar la casa, no los encontraron. Miraron por todos lados, pero los bolsos no aparecían, olfateaban y tampoco aparecían. Alguien había escondido los bolsos, ¿pero quién?. La hija de la lechuza bruja seguía dibujando y dibujando con sus lapizotes negros, haciéndose la tonta. De los bolsos ni noticias. Buscaron debajo de las mesitas ratonas, de las sillas y de los aparadores. Nada, nada, nada. ¡Qué macana!
Pipo metió el hocico por todos lados, Michi se fijó adentro de un ropero anaranjado, y la gallina bataraza en las macetas colorinches del patio. Nada, nada, nada. La hija de la lechuza bruja seguía dibujando y dibujando con sus lapizotes negros. Mientras tanto ellos no habían dibujado nada. ¿Qué iban a hacer?
La maestra pidió que dibujáramos una casa y no tenemos colores! – Dijo Lola. ¡Podemos hacer algo con barro – sugirió el barrigón Michi. ¿Y si hacemos un ranchito? – Pregunto Pipo. ¡Si! ¡Eso! ¡Eso! – respondieron a coro. La hija de la lechuza bruja seguía dibujando y dibujando con sus lapizotes negros, arrinconada en la esquina. Quería terminar primero que todos. El grupo comenzó a construir el ranchito de juguete. Pipo, dele y dele, amasaba el barro. A Michi se le ocurrió utilizar el polvo blanco de la tiza para pintar las paredes del rancho. Lola encontró unos trapitos floreados con los que hizo las cortinas. Y la gallina bataraza se fue a buscar pajitas amarillas para el techo. En una tabla pusieron el barro; lo fueron apretando, apretando hasta formar un cuadrado como un ladrillo. Le pasaron el polvo de tiza para blanquearlo, le pegaron las cortinas donde tenían que ir las ventanas y la puerta. Ya se parecía a un ranchito, pero faltaba la paja amarilla para el techo… ¡y la bataraza que no venía! La hija de la lechuza bruja seguía dibujando y dibujando con sus lapizotes negros… pero los espiaba de reojo; estaba un poco intranquila.
¡Pipo! ¡Michi! ¡Lola! ¡Toto! –gritaba la gallinita desde un árbol del patio, verde y copudo, alto como la antena de televisión. Corriendo fueron a ver qué pasaba. Había encontrado los bolsos con los útiles escondidos en un nido de loros. ¿Quién los pudo esconder tan alto y sin que nos demos cuenta?-pregunto Lola. No podía ser otra que la hija de la lechuza bruja. Los habría llevado volando cuando todos los demás jugaban a la ronda. ¡Claro, si a ella no le gustan los colores! – comento Pipo, solo tiene lápices negros. La hija de la lechuza bruja, mientras tanto, se apuraba para terminar de dibujar con sus lapizotes negros. Entonces ellos fueron a ponerle el techo al ranchito, lo más rápido posible. Justo terminaron cuando la maestra pide los trabajos para corregirlos. Pipo, Michi, Toto, Lola y la gallinita bataraza presentaron el ranchito; la hija de la lechuza bruja entregó una lámina toda negra, negra, negra, bien negra. ¡¿Qué es eso?! –preguntaron todos. Es mi casa –contestó la lechucita que quiso ganarles. ¿Medio rara la brujita no? – le comento Michi a Pipo. ¡La nuestra es más bonita! –dijo la bataraza. ¡Y eso que la fabricamos y pintamos sin útiles, porque alguien los escondió! –agregó Toto, mirando bien fijo a la hija de la lechuza bruja.
¿Qué me decís? ¿No es mas divertido jugar, cantar y pintar entre todos? ¡Por supuesto! Mira la lechuza, quiso ser la primera embromando a los demás y terminó espantada, solita, ahora solo se la ve paseando en las noches bien oscuras, chistando a todos para que se callen. Así que ya sabes, si querés vivir contento metele pata a la ronda, aprende bien los versitos y cantalos bien fuerte con tus compañeros. Fijate como se ríe el sol cuando todos los pibes están pintando.
Bueno, sabandija querido, un besote grandote, grandote como el capote y un besito chiquito, chiquito, como el conejito. Chau! Tu papi que te quiere mucho.