viernes, 25 de junio de 2010

Coloreando los Cuentos

Una de las cosas que recuerdo son los dibujos que mi viejo mandaba para que los coloree. Algunos sobrevivieron como este que está dentro de una de las ultimas cartas.
Lo mas divertido era mirar los detalles de cada uno de los personajes que eran, de alguna forma, como me los imaginaba ...
Tienen un parecido terrible. Usualmente el nombre de PIPO acompañó a todos los perros de mi mama... Que sin saberlo, ni pensarlo, ni programarlo, eran parecidos al Pipo del cuento.
En esta imagen estan 3 personajes jugando a las escondidas entre todo el grupo de amigos, incluyendo a Pipo que esta, tan bien, escondido que no lo ves...

jueves, 24 de junio de 2010

Pipo y las mariposas

La Plata 20-10-79
Juan Manuel (hijo)



Querido Juan Manuel:
Hola sabandija! Hoy queria contarte otra historia de Pipo, este dice así, aqui va:

Pipo fue a jugar al patio de su casa; un patio grande con macetas salpicadas de flores con arboles de mucha sombra que le hacían upa a los pajaros, y con el pasto verde y cortito. Era un día esplendido. El sol hacía brillar la alegría de las flores, de las hojas de los árboles y del pasto. El cielo era celeste, celeste, celeste, sin una nube. Se respiraba aire fresco y cariñoso como caricia de una abuela. ¡Que lindo! Pipo se paró en el medio del patio y quedó mirando. Los gorriones jugaban a la mancha por el aire. ¡Qué rápido vuelan! ¡zum! ¡zum! - zumbaban los gorriones. Tan rápido que no sabía cuál era Miguel. Porque estaba seguro que su amigo estaría allí jugando con los demás gorriones. Ni por su voz lo reconocía ¡había tantos! Todos los pajaritos cantaban y piaban de manera tan dulce que parecía una melodía de calesita.

De pronto ¡sorpresa! Aparecieron mariposas ¡muchas mariposas, hermosas, con vestiditos verdes, rojos, amarillos, azules y marrones! Volaban. ¡Qué lindo que volaban! despasito, besando a todas las flores. Como volaban despacito y bajito Pipo comenzó a correrlas y saltar al lado de ellas para jugar. ¡Qué colores mas vistos! ¡Qué bichitos tan simpáticos! - pensaba Pipo. De contento que estaba quería ser como las mariposas y volar. Pegaba grandes saltos... Pero no podía. Entonces ladraba ¡Guau! ¡Guau! ¡Guau! y volvía a saltar ¡Guau! ¡Guau! ¡Qué lindo sería ser mariposa y volar; vesar las flores y hacer piruetas en el aire... tener vestidos de siete colores! ¡Que lindo sería!

Se detuvo y le habló a una mariposa que estaba descansando, sentadita en el suelo: - Señora Mariposa ¿Cómo hacen para volar, ser tan lindas y tan buenas? - ¡Gracias cachorrito! - contestó la mariposa. Gracias por decirnos lindas y buenas. Te voy a contar porque somos así. Hace mucho tiempo, allá lejos en un país oscuro lleno de lechuzas, víboras y arañas, nosotras eramos unos gusanos gordos, arrugados y peludos. Lo único que queríamos era comer, comer y comer. Comíamos todo, y lo que tocabamos se podría. Comíamos fruta y se comenzaban a podrir todas las frutas del cajón. Tocábamos carne, y la carne se hechaba a perder. Los chicos nos tenían más miedo que a las lechuzas, porque los pinchábamos, les comíamos los juguetes, la ropa y los zapatos. Eramos muchas y comilonas. Nuestro país era como un gran basurero, con muchas mocas y olor a caca. Pero no nos dábamos cuenta. Hasta que un día apareció un viejito de barba blanca y larga, sonriente como si viviera comiendo caramelos, y plantó flores, muchas flores, flores multicolores. Todo se llenó de colores; parecía una calesita, y se olía un rico aroma a chocolate. ¡Qué distinto! Nunca antes habíamos visto flores ¡Qué bonitas que eran! Entonces, entre los gusanos nos dijimos que no le ibamos a hacer ningún daño. ¡Las íbamos a cuidar! Y desde ese entonces cuando mas nos esforzábamos en cuidar flores, nos iban creciendo alas con colores de rosas, claveles, dalias, amapolas, jazmines... y dejamos de ser gusanos. Ahora que podemos volar vamos de flor en flor besándolas. A cada flor un besito, porque las flores nos enseñaron que para ser lindos hay que ser buenos, y les estamos muy pero muy agradecidas.

A Pipo le gustó mucho oir hablar a la mariposa. ¡Qué historia simpática estaba contando! -Bueno cachorrito, me tengo que ir; pero ahora ya sabes por que vestimos tantos colores y volamos de flor en flor ¡Chau cachorrito! ¡Suerte! -y se puso a volar. ¡Guau! ¡Guau! -saltaba Pipo, ¡Guau! ¡Guau! de contento, tras la mariposa que se alejaba. Y volando, volando, se fue y desapareció.

Desde ese día Pipo cuida las flores de la casa. Cuando corre no las aplatas, tampoco le hace pis encima, ni las corta. Y si aparecen las mariposas, salta y juega con ellas, feliz como si estuviera remontando muchos barriletes chiquititos.

Bueno sabandija, espero que te haya gustado la historia de hoy y hagas como pipo y cuides a las plantas, las flores y las mariposas. Un beso grande, grande como el sol y un abrazo fuerte, fuerte, fuerte. Tu papi que te quiere mucho.

domingo, 13 de junio de 2010

Pipo y su primera pelea


La Plata 23-8-79
Juan Manuel Lenscak (hijo)



Querido Juan Manuel:
¡Cómo te va sabandija! Aca lo tengo al gorrioncito Miguel. Sigue comiendo azucar. ¡Qué golozo! Me trae noticias de Pipo. Me dice que :


Pipo se peleó con Toto. Se agarraron a los mordiscones y a las patadas. Te cuento. Estaban jugando en el patio de la casa de Pipo. Corrían de un lado para el otro. Hasta que Pipo ve un hueso. A los perros les gustan muchos los huesos, porque ellos lo comen. Entonces sale corriendo a buscarlo y lo agarra con la boca. Toto lo seguía y cuando vió que Pipo tenía el hueso empezó a gritar ¡yo lo ví primero! ¡yo lo ví primero! ¡es mío! ¡es mío! ¡dámelo! ¡dámelo! Toto tenía bronca porque Pipo le había ganado la carrera y porque había entrado primero a la casa de la lechuza bruja. Pipo siempre le ganaba, y Pipo era del campo. Entonces cuando lo vió con el hueso, para no quedar atrás, dijo que él lo había visto primero. Pero eran mentiras. Toto estaba mintiendo, y encima lo mordió. ¡Ay!, ¡Ay!, ¡Ay! dijo Pipo y solto el hueso, que cayo al suelo. Toto quiso llevarselo, pero Pipo cuando vió que Toto se acercaba al hueso lo mordió ¡Ay!, ¡Ay!, ¡Ay! chillaba Toto. Y se trenzaron en una pelea ¡cómo se peleaban! Se mordían y se pateaban ¡Yo lo ví primero! - mentía Toto, ¡Yo lo encontré primero! - gritaba Pipo.
¡Qué pelea! Se mordían y chillaban ¡Guau! ¡Guau! ¡Guay! ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ¡Es mío! ¡Ay! ¡Yo lo encontré primero! ¡Guau!. Hasta que se cansaron. Pero Pipo no le dejó tocar el hueso a Toto, porque Toto había mentido. De pronto apareció la madre de Pipo. ¿Qué pasa acá? - pregunto, ¡ya veo! ¡ya veo! ¡Se pelearon por el hueso! Yo vi todo. Pipo lo encontró primero y Toto no dijo la verdad. ¿Ven? Cuando alguien dice mentiras siempre hay peleas, y despues de la pelea siempre hay lastimaduras. ¡Vean como se han puesto! ¡roñosos y lastimados! ¡Que bonito ¿no?! ¡Vayan a bañarse! ¡Toto, no vuelvas a mentir! ¿Vieron que es feo pelearse? Bueno, no lo hagan más.
Pipo y Toto, calladitos y con los dolores de los golpes y mordeduras se fueron al río y se bañaron Al día siguiente volvieron a jugar en el patio, pero sin pelearse. Todavía les dolían las lastimaduras de la pelea. Aprendieron que era mas lindo jugar sin mentir y sin pelearse.


Y se voló miguelito. Vamos a ver que nos cuenta la próxima. El tío Mario me contó que el abuelo te hizo un tobogán. ¡Que bien! ¿Y mamita nos e tira por el tobogan? ¿Y la tía María Elena? Cuando vuelva, ¿me lo vas a prestar?. Bueno sabandija. Dale un beso a los abuelos y a los tíos. Decile que les mando muchos saludos. Chau. ¡Hasta la próxima. Tu papi que te quiere mucho.


PD. Mi amor, no olvides colocar tu parentezco (tu divino parentezco) en el remitente del sobre. A la Katty ya le robotaron una por ese detalle. Sería una picardía que vuelva a ocurrir, y nada menos que con una tuya. Cariños. Jani

jueves, 10 de junio de 2010

Pipo explorador

La Plata 11-08-1976
Juan Manuel Lenscak (hijo)



Querido Juan Manuel: ¡Hola Sabandija! ¿qué tal?
Te debo el cuento de los exploradores. No creas que me olvidé. Además Miguelito el gorrion me trajo otra historia muy linda de nuestros amiguitos. Aquí va:


Pipo y Toto jugaban siempre en un patio grande o sino en la calle. También jugaban en el rio cuando se iban a bañar. Todos esos lugares los conocían bien. Podían jugar casi con los ojos cerrados. Pero en el camino al río había una casa vieja donde no habían entrado nunca. La casa era grande, muy grande. Estaba muy sucia. Y tenía algo muy raro: no entraba ni salía nadie ¡Qué raro! - pensaron Pipo y Toto. ¿ Y si vamos a ver qué pasa adentro? - dijo Pipo. No, tengo miedo - respondió Toto. ¡Vamos, no va a pasar nada! - Recalcó Pipo. ¿Y si no podemos salir más? - preguntó Toto. ¡Vamos a salir por donde entramos! - dijo Pipo. Pero Toto seguia con miedo y no quería ir. Al final a Pipo también le entró un poco de miedo. Pero Pipo es corajudo. Se adelantó solito. Fue hasta la puerta. Caminaba despacito, olfateando para todos lados. Toto lo miraba desde la calle. ¡Qué valiente que es Pipo! Pensaba. Para no ser menos, lo siguió y lo alcanzó. Se encontraron los dos frente a una puerta de madera toda podrida. ¡Qué olor feo que tenía! No se animaban a entrar. Estaba todo oscuro. Entonces Toto le dijo a Pipo: ¡vamos exploradores!, ¡así que adelante! y entraron por una rendija de la puerta. No se veía nada; todo oscuro. ¡Y qué frio! ¡Brrr!
Fueron caminando despacito, olfateando todo (porque los perros olfatean todo con su narizota). El piso era de tierra, pero estaba lleno de cascotes. Se quedaron parados un buen rato tratando de escuchar algo. Nada. Miraron para atrás y vieron la rendija por donde habian entrado, por allí entraba un poco de luz. Estaban seguros de poder volver. Pero no encontraban nada. Ellos querían saber qué había adentro; para eso eran exploradores. Siguieron avanzando. Mas cascotes y mas cascotes, mas frío y más olor a podrido. De pronto escucharon ¡Sssshhh! ¡Sssshhh! ¡Sssshhh! ¡qué miedo! Se quedaron quietitos. ¡Sssshhh! ¡Sssshhh! ¡Sssshhh! ¿Qué es eso? - preguntó Toto. Pipo, que era del campo, se acordaba que había unos pájaros que a la noche hacían así. Pero no estaba seguro. De repente sintieron ¡Tap! ¡Tap! ¡Tap! . ¡Un Aleteo!. Si, era la un pájaro grandote y pesado.
Pipo comenzó a ladrar ¡la lechuza bruja! ¡la lechuza bruja! ¡la lechuza bruja! Y con Toto salieron corriendo para afuera, rápido, rápido, rápido. Pasaron por la rendija de la puerta de madera podrida. Corrían y corrían. No pararon hasta llegar a casa. ¡Que cansado que estaban! Habían descubierto la casa de la lechuza bruja, de la lechuza mala. Y se lo contaron a todos. Ahora todos saben dónde vive la lechuza bruja, porque Pipo y Toto la descubrieron.

¿Te gustó? ¿Viste que exploradorer valiente es Pipo?
Bueno, ahora te dejo, porque Miguelito se fué y tengo que ir a buscar azucar para darle cuando venga con el otro cuento.
Mandele un beso grandote a los abuelos, a la tia María Elena, al tío Mario y también a Leonardo.
Chau, tu papi que te quiere mucho.
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Querida, domingo por la tarde. Termina una semana pletórica en novedades. Se abre otra con más perspectivas alentadoras. Nos llegaron rumores de efervescencia afuera. Allanaron las oficinas de la Permanden y de la Liga de los Derechos del Hombre , amén de la solicitud de la documentación de la policía en todos los lugares. la venia de la Comision Internacional de Derechos Humanos ha alborotado el avispero. No es para menos. Buena señal. Veremos qué nuevas trae esta semana que se inicia.
Bueno mi vida, no me queda más que el beso de las buenas noches. Cariños a todos. Jani.

domingo, 28 de marzo de 2010

Pipo corriendo su primera carrera

24-04-1979 – LA PLATA
Juan Manuel Lenscak (hijo)



Querido Juan Manuel: ¡Gracias por la visita! ¡Al fin pudimos hablar como la gente! Me fije q tenias los dientes muy limpios. Se ve que te los cuidas con el dentífrico y el cepillo. Pero no me dijiste si te los lavas todos los días o no. Tampoco me dijiste si te los lavas solito o con ayuda de mamita o los tíos. Me interesaría saberlo, para la próxima vez que vengas contame.
Me fijé que me sacabas la lengua. ¿Por qué me sacabas la lengua, si yo te quiero mucho? Me imagino que a la tía María Elena no le sacarás la lengua, ni al tío Mario. Ellos de quieren mucho.
Con mamita pensamos que ya estas grandecito, y que por lo tanto te vamos a regalar una camita para vos solo, así como tiene tío Mario y Tía María Elena. Espero que te guste. Mamita me dijo que van a tener que acomodar la pieza de otra manera para que entre tu camina. Va a ser divertido.


Bueno, Miguel, el gorrioncito, me trajo noticias de Pipo. Dice que se lleva muy bien con ese perrito con el que se hizo muy amigo. Ese perrito se llama Toto.
La última vez que los vio estaban corriendo cuna carrera en la calle. Toto corría muy rápido porque era mas grande que Pipo. Pipo corría y corría. Pipo es más chico así que se esforzaba más. Miguel seguía la carrera volando por arriba de los dos, hinchaba por Pipo, porque Pipo era mas chico y lo quiere mucho. ¡Vamos Pipo! –le decía Miguel. Y Pipo le metía pata y pata, pero Toto seguía adelante, porque Toto era más grande.
Pipo no se achicaba, corría más y más fuerte. Miguel me contó que Pipo no se achicaba por nada, y por eso lo quiere mucho. Pero Toto que era más grande seguía primero.
Toto estaba seguro que iba a ganar, justamente porque sabía que era más grande que Pipo, y no miraba para atrás porque creía que Pipo estaba lejos de él. Claro porque Pipo era más chico, además era del campo y él era de la ciudad. El creía que los perros de la ciudad corren más rápido que los del campo. Pero Pipo se había criado cazando apereá en el campo y corriendo vacas. Pipo era chiquito pero sabía correr. Pipo no aflojaba así nomás. ¡Vamos Pipo! ¡Vamos Pipo! –gritaba Miguel desde el aire. Pipo iba pata y pata, detrás de la colita de Toto.
Toto no se daba cuenta que tenia a Pipo tan cerca. Pipo debería estar lejos, si es un perrito chiquito y del campo, pensaba Todo, así que freno un poco la velocidad para darse vuelta a mirar donde venía Pipo. Justo cuando se da vuelta ¡Pipo que venia embalado, corriendo ligerito, ligerito, lo pasó zumbando como un pelotazo. Y Toto no lo vio. Porque Toto miró para la izquierda y Pipo lo pasó por la derecha, sin que Toto se avivara a toda maquina. Entonces Toto, como no lo veía se quedó parado esperándolo a Pipo, porque creía que lo había dejado muy lejos. Tan lejos que no podía verlo.
Pero después escucha que Pipo le ladra desde la equina. Se dio cuenta entonces que Pipo lo había pasado sin que él se diera cuenta. Y Miguel aleteaba contento, decía: ¡Ganó Pipo! ¡Ganó Pipo!
Toto al principio no le gustó que Pipo le ganara, pero después se alegró mucho que Pipo corriera tan bien. Ahora podrían correr juntos a las motos y a los autos, ahora iban a ser más amigos que antes.
Bueno, Miguel me dijo que tiene más cosas para contarme pero ahora se voló, pero ya va a volver…

Como las veces anteriores dale un beso grandote hasta el cielo a la abuela Milka, a la abuela Rosina, Al abuelo y a los tíos. ¡Deciles que se lo mando yo! Chau. Hasta pronto. Tu papi, que te quiere mucho.






lunes, 22 de marzo de 2010

Pipo, el cuzquito de Formosa

14-07-1979 – LA PLATA
Juan Manuel Lenscak (hijo)



Querido Juan Manuel: ¿Cómo te va? El abuelo me dijo que te habías enfermado y que mamita también se había enfermado. Espero que ahora ya estén bien y sanitos los dos, así nos volvemos a ver. De todos modos quería escribirte para contarte algo que ocurrió en Formosa, allá donde vos vivías antes con mamita.

En una chacra vivía un perrito que se llamaba PIPO. Era un cuzquito hermoso y juguetón. Se pasaba todas las mañanas y las tardes jugando con las vacas y los terneritos. Los toreaba, les ladraba y salía corriendo. También corría detrás de los caballos. Vivía contento Pipo, en el campo con su mamá y sus amiguitos con quienes salían juntos a cazar apereá. Pero Pipo no vivía con su papá como todos los otros perritos.
Entonces un día en que llovía mucho y se quedó junto a su mamá le pregunto: ¿Mamita porque no está papi con nosotros? ¿Por qué no viene a jugar con nosotros?
La madre de Pipo, mientras lo limpiaba, le sacaba las pulgas con los dientes –así como hacen los perros lo lamía con cariño, le contó que papi no estaba porque unos cazadores se lo habían llevado un día; que lo tienen encadenado y le pegaban. Que vivía en una cucha con una cadena atada al cuello, por lo tanto no podía volver. Pero como ya terminaba la temporada de caza, el papi iba a volver. ¿Y me va a comprar dulces? –preguntó Pipo. ¿Y va a jugar conmigo? ¿Vamos a correr terneritos juntos? ¿Vamos a cazar apereá? La madre de Pipo le contesto ¡Claro que si! ¡Ya vas a ver cuando el papi vuelva! Pero el papi no volvía. Seguía encadenado en la cucha de los cazadores. Pipo esperaba y esperaba. Jugaba con los cuzquitos amigos, pero esperaba que venga su papi para jugar con él. Sabia que su papi volvería, su madre se lo había dicho, y las madres no mienten.
Hasta que un día, moviendo la cola de contento apareció un perro grandote, con muchos dulces en la mano. ¡Era el papi! Pipo y su mama salieron corriendo a saludarlo. ¡Que contentos estaban! ¡Que ricos eran esos dulces! Y desde ese día Pipo jugó por el campo con su papi y su mamita.

¿Te gustó el cuento? Ojala que sí.
Bueno sabandija no me gustaría que te enfermes de nuevo, así que cuidate mucho y hacele caso a mamita y a la tía María Elena. Decile a los abuelos que les mando un beso grandote. Y para vos otro beso grandote. Tu papi que te quiere mucho



Comentario al final de la carta a Chela, mi madre, quien me leía las cartas todos los fines de semana…
“…Como verás el cuento no es tan cuento que digamos. Lo hice así para que tenga en la fantasía una imagen de la realidad y alimente una esperanza. No se si así voy a lograrlo, pero al menos es un intento de ayudarte y de que Juan Manuel me tenga presente…”